lunes, 29 de noviembre de 2010

Trauma Psíquico

Se puede decir que el trauma psíquico es toda experiencia que golpea emocionalmente a un ser humano, rompe su estabilidad emocional y lo llena de un sentimiento de vulnerabilidad e incapacidad de reacción y respuesta.

El trauma rompe el equilibrio previo. El aparato psíquico queda invadido, desolado, con sentimientos de muerte e incapacidad de defensa.
El trauma psíquico puede ser múltiple y depende de cómo lo vive cada persona. Para algunos, las separaciones son traumáticas; para otros, lo que pasa con su cuerpo puede serlo si hablamos de cirugías, accidentes, parto, etc.
Las situaciones que pueden desencadenar un trauma son, en la mayoría de los casos, inesperados e incontrolables y golpean de manera intensa la sensación de seguridad y auto-confianza del individuo provocando intensas reacciones de vulnerabilidad y temor hacia el entorno.

Ejemplos:

Accidentes.

Desastres naturales como terremotos, inundaciones, fuertes tormentas

Pérdida Inesperada de familiares.

Asaltos, delitos, violaciones.

Abusos físicos y/o sexuales

Torturas, secuestros, actos terroristas.

El trauma psicológico se puede entender como un trastorno en el que la persona queda paralizada e inundada por un estado de ansiedad e intensidad psíquica activa debido a una experiencia traumatizante. La respuesta traumática puede aparecer inmediatamente después de ésta pero en algunos casos se demora incluso años.


Los síntomas pueden ser físicos, psíquicos y cognitivos entre los que encontramos : trastornos alimenticios o del sueño, apatía, dolores crónicos de origen desconocido, depresión, ansiedad, ataques de pánico, trastornos obsesivo-compulsivos, aturdimiento, sensación de perder el control, lapsos de memoria, desconsuelo, vivencia repetida de la experiencia traumática.

Luego de una experiencia traumática el ser humano no vuelve a ser el mismo. Puede crecer y madurar o enfermarse. Pero algo cambia. Uno de los aspectos más difíciles en estas situaciones son los estados de angustia que no son otra cosa que la terrible experiencia de sentir que todo es amenazante, que hay un peligro inminente y que la proximidad de la desolación y la muerte está sobre nosotros.

Esta angustia es una alarma que nos habla de lo vulnerables que somos y de lo expuestos que estamos al abandono, a la pérdida y a la muerte.


Cuando esta angustia desborda el aparato psíquico entonces deviene el ataque de pánico que es, para quien lo sufre, la inminencia de la destrucción. No solo de la física sino de la pérdida de todo lo amado, de todos los referentes, de todo el sentido.

Es un estado alterado de la conciencia donde lo único que existe es el un agujero negro del horror. Esto no se puede manejar con la razón; por el contrario, en el momento del ataque de pánico lo que se debe hacer para ayudar a la persona es:


Dejarlo que se mueva y desplace para que la angustia sea descargada parcialmente por el movimiento físico.


No confundirlo con frases como: qué te pasa, contrólate, etc. En lugar de ayudar a la persona la angustia más.


Tratar de emitir mensajes como: todo estará bien, esto va a pasar, no estás solo/a, estoy a tu lado.


Ayudarlo a que pueda concentrarse en su respiración, a que esta sea profunda. Es una manera de sacarlo del pensamiento amenazante.


Abrace a la persona, sosténgala, háblele con amor, con firmeza y con protección.

Pasada la crisis, es importante que ayudes a esta persona con tu presencia y así pueda recuperar su facultad de pensar esta es una de las funciones que se pierde en situaciones traumáticas. Uno se desconecta de la realidad.

Es importante ayudarla con el contacto y permitirle hablar de lo vivido. La persona volverá al tema una y mil veces, buscando descargar la carga de horror y muerte que vivió. El pensamiento tendrá que ir unido al sentimiento que lo acompañe y nunca se debe buscar separarlo.

Es vital vivir el duelo, poder llorar la pérdida, sea de un ser humano, de objetos materiales o de sus sueños.

Es importante repasar la escena dolorosa hasta que esta pierda fuerza en el mundo interno. Es el momento en que el ser humano se confronta a su vulnerabilidad y a lo expuesto que está ante los otros, siendo este otro una persona o un desastre.

Los seres humanos somos seres de vínculo. Nos construimos con el otro y desde el otro y esa capacidad de contacto es lo que nos permite la vida, la existencia, la reparación.


No se necesita ser psicólogo o terapeuta para ayudar en el proceso de recuperación de un ser humano que está destruido.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Bipolaridad - Desmotivación

Todos nosotros tenemos un cierto nivel de ciclotimia que es normal y que se relaciona con lo que nos pasa. Nos ponemos tristes ante circunstancias que nos producen dolor y alegres en los momentos felices, para luego recuperar el equilibrio y continuar con la vida, en el mejor de los casos, con confianza y optimismo.

La naturaleza ha dotado a los seres humanos con esta capacidad para superar las dificultades de la vida; sin embargo, algunas personas no lo logran y se dejan vencer por  bajones anímicos, perdiendo el sentido de sus vidas y la motivación para seguir viviendo.

La normal expresión de los distintos estados de ánimo perdiera sus límites se profundizara, y comenzara a oscilar entre la manía desproporcionada y eufórica y la depresión melancólica.

Cuando estos estados se vuelven crónicos se convierten en un trastorno que se denomina bipolaridad, una afección que sufre un alto porcentaje de mujeres y hombres en estos días.

Estas personas no pueden enfrentar sus existencias cotidianas, no tienen esperanzas, se sienten culpables, pierden la capacidad de concentración, de sentir placer, de disfrutar y de desear.

Pueden también sufrir de insomnio y de cansancio creciente, de falta de apetito y de atención, de irritabilidad, siendo lo más peligroso de esta afección la idea de suicidio.
Muchas circunstancias pueden aumentar el riesgo de desencadenar una depresión, como por ejemplo, cualquier traumatismo severo o enfermedad inhabilitante, que limita físicamente o no permite la interacción social por mucho tiempo.

Pero las causas profundas de la depresión según Freud: las atribuye a las primeras etapas del desarrollo psicosexual, siendo también importante la presencia de factores genéticos.
Los avatares de la vida contribuyen a favorecer esta patología por la poca capacidad que tienen estas personas para adaptarse a las pérdidas y a los fracasos.

Este trastorno se estima que llega a ser casi dos veces más frecuente en las mujeres que en los hombres.
La fase maníaca se caracteriza por el estado de ánimo expansivo e irritable, la falta de atención y de sueño, la hiperactividadverborragia, aceleración del pensamiento,megalomanía y la baja tolerancia a la frustración.

La psicoterapia conductual y el tratamiento con medicamentos antidepresivos es lo más indicado en estos casos, lográndose por lo general a revertirse los síntomas en breve tiempo.

Las recaídas son frecuentes pero a la larga se puede lograr un resultado sustentable. Una enfermedad como ésta, tomada a tiempo, obliga a replantearse la existencia favoreciendo el crecimiento y el desarrollo personal.

No olvidemos que las enfermedades son las llamadas de atención que emite el cuerpo para recuperar el camino que hemos perdido.

Sentir alegría o tristeza cuando la circunstancia lo impone es un mecanismo normal de autorregulación que tienen las emociones, pero en la bipolaridad estos estados están acentuados y conducen a la pérdida del equilibrio.

Reconocer la presencia de estos síntomas es la mejor manera de revertir este proceso, que puede alterar la vida emocional de un sujeto y lo expone a la intención incontrolable de quitarse la vida.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Susceptibilidad

La susceptibilidad, en niveles muy elevados, deja de ser una simple característica de conducta que puede dificultar la convivencia con la persona que la padece para pasar a ser un verdadero problema que puede desembocar en graves problemas psicológicos.


Los principales trastornos que pueden ser ocasionados por una susceptibilidad exagerada o que tienen esta característica como uno de sus principales síntomas:

Ansiedad: la vigilancia excesiva que mantienen las personas susceptibles exige unos niveles altísimos de ansiedad. Mantenerse siempre alerta ante las posibles críticas o ataques de los demás genera un estres que puede ocasionar trastornos psicosomáticos, ataques de ansiedad, fobias.

Depresión: Las dificultades en las relaciones interpersonales y la excesiva sensibilidad al rechazo pueden ocasionar que estas personas se aíslen y terminen deprimiéndose. La persona susceptible se siente tratada injustamente, rechazada o atacada por los demás sin ninguna razón, por lo que sus niveles de sufrimiento son muy elevados.

Trastorno narcisista de la personalidad: La persona esconde a sí misma su inseguridad y falta de autoestima a través de un disfraz de grandiosidad e importancia. Quiere tener éxito en todo, ser siempre el centro de atención y que los demás estén al servicio de sus deseos.

Trastorno de la personalidad por evitación: Se caracteriza por una hipersensibilidad al rechazo y la humillación que les hace retraerse y evitar el contacto con los demás, a pesar de que lo desean fervientemente.


Trastorno pasivo-agresivo de la personalidad: Creen que los demás no los valoran y que los critican o atacan injustamente pero no se atreven a expresar sus quejas directamente, por lo que dan una imagen de servilismo o pasividad para luego hacerse las víctimas y culpabilizar a quienes los rodean.

Trastorno paranoide de la personalidad: Tiene una desconfianza excesiva e injustificada ante todos los que los rodean. Es suspicaz e hipersensible en grado tan extremo que suele evitar el contacto social. Puede ser vengativo o agresivo cuando considera que alguien le hace daño.

Paranoia con manía persecutoria: Este es el caso más grave ya que estamos hablando de un trastorno psicótico crónico. La persona se cree perseguida y tiene delirios en los que todos los gestos o conductas de los demás son prueba de que intentan dañarlo. Estos delirios no pueden rebatirse de manera lógica y la persona necesitará atención psiquiatrica y medicación de por vida.

La susceptibilidad es aquel rasgo del carácter mediante el cual el sujeto se convierte en una esponja para recoger, todo lo malo real o que él se imagina. El susceptible siempre o casi siempre se siente herido, despreciado, humillado por cuestiones insignificantes.
Debido a este carácter tiene lógicas dificultades en sus relaciones interpersonales, no hay manera alguna de quedar bien con él.

Un rasgo que lo complementa es la manipulación casi nunca dice las cosas tal y como ocurren, sino que las arregla según su modo susceptible de pensar. Y con frecuencia trata de involucrar a otros en sus problemas en los que, desde luego, él siempre lleva la peor parte.


Hay que saber ser susceptible y una buena forma es siéndolo en relación con uno mismo, no con los demás, lo cual es una manera de defenderse. Es muy útil preguntarse: ¿Por qué me duele lo que me dicen y no lo que hice para que me lo dijeran? Para empezar a cambiar éste puede ser un buen recurso.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Complejos

El término complejo proviene del Psicoanálisis y representa una forma de conducta, de comportarse. Para Freud, cada persona tendría sus complejos en alguna medida.

Freud describe el clásico complejo de Edipo y de Electra, que se da en los hombres y mujeres que no pueden vivir sin su padre o madre, respectivamente.


Los complejos de superioridad o de inferioridad son muy populares. Usualmente se señala: fulano tiene complejo de superioridad, o esa persona es acomplejada.
El primero en hablar sobre estos complejos fue Adler quien manifestaba que nuestra misma incapacidad para valernos solos cuando recién nacemos, nos hace proclives al sentimiento de inferioridad. Cuando este sentimiento se hace permanente y en la adultez surge entonces el complejo de inferioridad.

La psicología ha estudiado otros complejos. Entre ellos podemos mencionar el complejo de castración; que es el temor que el niño tiene de perder sus genitales, asociado al complejo del pene o los senos pequeños o el complejo de Caín, que tiene que ver con la rivalidad fraterna.
Algunos autores en la actualidad han descrito ciertos complejos como el de Peter Pan para referirse a adultos masculinos inmaduros. El complejo de Wendy, para definir a algunas mujeres que asumen el rol de madre sustituta de su pareja. El complejo de Culpa, donde la persona vive presionada de sensación de culpabilidad, por ejemplo, la culpa que sienten muchas madres al trabajar fuera de la casa y que piensan que no le dedican tiempo suficiente a sus hijos.

Para Jung; Un complejo es una actitud psíquica fuertemente emocional que escapa a nuestra conciencia, perturba la voluntad y la actuación consciente, produce alteraciones y bloqueos de la memoria, obsesiona en síntesis, no es que nosotros tengamos complejos, es que los complejos nos tienen a nosotros. El complejo se vuelve mucho más dañino cuando creemos que no lo tenemos, sólo podemos vencerlo cuando lo hacemos presente en el mundo de la conciencia y nos dedicamos a enfrentarlo y eliminarlo de nuestro inconsciente.

Casi siempre se forman en la etapa infantil o en la adolescencia. Es en esta etapa cuando el símbolo de la madre y del padre es fundamental para un desarrollo correcto del ser humano. Aquí aparece un concepto que es corriente en nuestro mundo y que parte desde Jung, y es el de la mujer que todo hombre lleva dentro y del hombre que toda mujer lleva dentro. Son los arquetipos femenino y masculino creados en su mayor parte por el padre y la madre, y que si no se asumen correctamente llegan a crear complejos.

Que es un complejo;

Freud: Es una cierta cantidad de energía vinculada a un deseo inconsciente.

Adler: Vida mental que gira alrededor de esos núcleos (sentimientos, pensamientos, actos, etc.)
Para superarlos lo primero es reconocer que existe el complejo. Es necesario entender que todos tenemos defectos y virtudes y estar conscientes de nuestras limitaciones, aceptarlas y ver cuales pueden ser cambiadas y cuales no.
Renunciar a las ideas tanto de superioridad como de inferioridad o de otro complejo que entorpezcan las relaciones con los demás y aceptar una visión más realista de nuestra personalidad.


Lo más importante para superar un complejo es aprender a quererse uno mismo, Y entendiendo, ante todo, que uno vale por lo que es y por cómo es interiormente, no por su apariencia física. Hay que buscar aspectos positivos de la personalidad y repasar las virtudes y cualidades.
Se debe actuar de acuerdo a los propios valores sin tener que complacer o gustar a todo el mundo.
La apariencia física es secundaria a cómo uno impacta como persona completa, priorizándose el estilo y el don de gente.

martes, 16 de noviembre de 2010

Amor enfermizo

Muchas personas viven atrapadas en relaciones afectivas enfermizas de las cuales no pueden, o no quieren, salir. El miedo a perder la fuente de seguridad o el bienestar que los mantiene atados a una forma de tortura pseudo amorosa, de consecuencias fatales para la salud mental y física.


Con el tiempo, estar mal se convierte en costumbre. Es como si todo el sistema psicológico se adormeciera y comenzara a trabajar al servicio de la adicción, fortaleciéndola y evitando enfrentarla por todos los medios posibles.

Lenta y silenciosamente, el amor pasa a ser una utopía cotidiana, un anhelo inalcanzable. Y a pesar del letargo afectivo, de los malos tratos y de la constante humillación de tener que pedir amor, rogar una caricia, una palabra con deseos, la persona se apega a una relación disfuncional se niega la posibilidad de un amor libre y saludable; se estanca, se paraliza y se entrega a la nada.


No importa qué tipo de vínculo tengamos, si realmente queremos liberarnos de esta relación que no nos deja ser feliz, solo hay que tomar la decisión y darle un corte definitivo. No es imposible.

Debemos aprendes a ser realista en el amor, si nos autorrespetamos y desarrollamos autocontrol, estaríamos empezado a gestar nuestra propia revolución afectiva.

Realismo afectivo significa ver la relación de pareja tal cual es, sin distorsiones ni autoengaños. Analizar honesta y abiertamente el dar y tomar con amor, es el requisito primordial para allanar el camino hacia una relación afectiva y psicológicamente placentera. Sin embargo, en la práctica las personas apegadas a relaciones afectivas nocivas esquivan constantemente los hechos.


El realismo afectivo sugiere que debemos partir de lo que verdaderamente es nuestra vida amorosa. Lo que es, y no lo que nos gustaría que fuera.
Distorsiones Cognitivas que impiden alcanzar la posición realista en nuestra relación amorosa;


Si estamos en una relación enfermiza y tenemos miedo de abandonar esta relación, o perdimos a la persona que amamos y no somos capaces de aceptarlo, es probable que utilicemos alguno de los pensamientos perturbadores. Son engaños que emplea la mente para intentar salvar un amor perdido, no importa qué tan inconveniente o dañino sea, la adicción afectiva no mide consecuencias. Es ciega por naturaleza.

Me quiere pero no se da cuenta
Los problemas psicológicos que tiene le impiden amarme
Ésa es su manera de amar
Me quiere, pero tiene impedimentos externos
Se va a separar.
Nadie es perfecto Hay parejas peores
No es tan grave
No recuerdo que haya habido nada malo
Todavía me llama, aun me mira, pregunta por mí
Cuando nos vemos hacemos el amor
No tiene otra pareja, aun está solo/a
Se va a dar cuenta de que lo mió es amor verdadero.

Todos obedecen a la misma necesidad: retener la fuente de apego mediante el autoengaño.

"Si logras observar las cosas como realmente son, dejando las parcialidades y las mentiras a un lado, tus esquemas irracionales comenzarán a tambalear. Aunque te duela el alma y tu organismo entre en crisis de abstinencia, no hay otro camino. La liberación afectiva y la ruptura de los viejos patrones de adicción no toleran la anestesia, porque las grandes revoluciones siempre exigen atención despierta. Además, tal como decía Jalil Gibrán: "Si no se rompe, ¿cómo logrará abrirse tu corazón?". Del libro de Walter Riso, “¿Amar o depender?”.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Fatiga crónica

La fatiga crónica se ha considerado un trastorno psicosomático. Es decir, se trata de un trastorno físico en el que los procesos psicológicos juegan un papel importante.

La fatiga crónica suele acompañarse de otros síntomas como dolores musculares, perturbaciones del sueño persistentes e incapacidad, definida como la disminución o falta de capacidad para llevar a cabo alguna actividad. No poder hacer determinadas actividades laborales, sociales, de ocio etc. debido a la fatiga.

Las personas que se sienten fatigadas suelen reducir su actividad física. No obstante, esta falta de actividad no elimina o reduce la fatiga, sino que la incrementa. La inactividad produce alteraciones en la mayoría de los sistemas corporales y tiene un efecto debilitador que puede afectar a cualquier función del organismo, aunque destacan sus efectos sobre los músculos, el corazón y los procesos psicológicos.

Entre los efectos debilitadores de la falta de actividad se encuentran los siguientes:

Efectos musculares

Reducción de la masa muscular

Atrofia de las fibras musculares

Reducción de la fuerza muscular

Efectos cardiovasculares:

Reducción del volumen sanguíneo

Incremento de la tasa cardiaca

Reducción del volumen de bombeo cardiaco

Efectos psicológicos:

Reducción del deseo de realizar actividades

Incremento de la sensación de fatiga tras el ejercicio

Depresión

Por tanto, la fatiga puede hacer que una persona entre en un círculo vicioso en el que la inactividad reduce el deseo de llevar a cabo cualquier actividad, incrementando de este modo la sensación de fatiga.

Una evaluación psicológica puede ser tan importante como la revisión médica para saber qué pasa y qué tratamiento es el más adecuado en cada caso.


Evitar las grandes oscilaciones de actividad. No pasar de la completa inactividad a desear hacerlo todo de golpe. Mantener un nivel de actividad estable y equilibrada.

Aprender técnicas de solución de problemas, afrontamiento y manejo de situaciones estresantes. Un psicólogo puede ayudarte en esto.


Mantener un horario de sueño estable, dormir en horarios apropiados y en el dormitorio, no en un sillón.

Si las tareas se acumulan y nos sentimos abrumados, la fatiga puede aumentar. Por tanto, elaborar una lista de prioridades y centrarse en ellas, descartando lo demás; establecer al principio metas cortas y fáciles de lograr.


Procurar llevar a cabo actividades agradables, que impliquen contacto con otras personas.

martes, 9 de noviembre de 2010

Pedir Ayuda

Vivir es acumular experiencias, aprendizajes, alegrías y dolores emocionales. No siempre estos dolores emocionales son fáciles de llevar y convivir. Pedir ayuda profesional puede ahorrarnos años de sufrimientos y angustias.
Todos vivimos situaciones emocionales difíciles que desequilibran nuestro bienestar. A veces no comprendemos cómo llegamos a estar en determinadas situaciones y nos sentimos mal, desorientados, confundidos, dolidos, heridos o inmersos en una vida sin sentido.

Por increíble que pueda parecer aun hoy seguimos pensando que buscar ayuda es cosa de cobardes, es sinónimo de locura, de fracaso personal y un sin fin de explicaciones, justificaciones o quizás miedos. Pedir ayuda es sinónimo de que es necesario hacer cambios y los cambios nos dan mucho miedo.

Muchas veces nos preguntamos cuando es el momento de pedir ayuda y la respuesta a esta pregunta es bastante íntima e individualizada. Lo que debemos tener en consideración es que algún grado de sufrimiento es inherente al ser humano, pero cuando vivir las cosas normales se convierte en un gran sufrimiento y esta sensación se expande para todos los ámbitos de la vida, social, laboral, familiar, es el momento de pedir ayuda.

Algunas circunstancias o crisis existenciales marcan también el momento de buscar ayuda terapéutica; enfermedades crónicas, muertes y duelos, separaciones y divorcios, cambios bruscos o repentinos, trastornos psicosomáticos, etc. Cuándo sentimos que vivimos rodeados de problemas y no encontramos salida para nuestros problemas, es momento de pedir ayuda.

El trabajo terapéutico, al contrario de lo que se piensa, no es aquel en que el terapeuta apunta lo que uno debe hacer para resolver sus problemas, sino que ayuda a buscar los caminos que la propia persona desea seguir para descubrir sus problemas y descubrir las diferentes formas de actuar.

El gran objetivo de la terapia es que el paciente se descubra a sí mismo sin miedos y recelos. Es decir, que sepa identificar sus calidades, capacidades, emociones y también sus límites y como trabajar con ellos y de esta manera conseguir vivir mejor.

Gastamos mucha energía para desempeñar los diferentes papeles que llevamos a cabo diariamente y precisamos saber que hay que encontrar tiempo para cuidar de nosotros mismos, tanto físicamente como emocionalmente y espiritualmente.

Uno de los factores clave a la hora de superar una situación difícil es la disposición a pedir ayuda. Se trate de ayuda profesional o del apoyo de familiares y amigos, sentirse acompañado, escuchado y respaldado permite encarar el momento que se está viviendo con mayor fortaleza y confianza. Mientras que, al mismo tiempo, la mirada y la opinión de otras personas pueden generar una visión de la situación diferente, renovada, que ayude a salir del problema.

La función del psicólogo es escuchar. Escuchar implica sostener la angustia del otro. Implica dar un lugar al otro, reconocerlo como persona. Implica posibilitar un espacio de reflexión y subjetividad.

Pedir ayuda a un psicólogo no significa quedar atrapado, una vez más, en las eternas relaciones de infancia. Pedir ayuda a un psicólogo es pedir un espacio para reflexionar acerca de esos vínculos y hacerse cargo de la propia historia, del presente y del futuro.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Resentimiento

El resentimiento es:
Sentir hostilidad contra una persona que nos ha tratado mal.

Ira no resuelta sobre un acontecimiento negativo que nos sucedido.

Enfurecimiento, agitación emocional que sentimos siempre que se habla de una determinada persona o acontecimiento.

Incapacidad para perdonar, incapacidad de dejar pasar y olvidar.

Dolor emocional no resuelto que sentimos cuando no logramos aceptar una pérdida.

El malestar sentido después de gastar mucho esfuerzo y energía para alcanzar algo que finalmente perdemos.

El resultado de pensar que fuimos víctima de un trato injusto sin la resolución del problema.

El sufrimiento prolongado y en silencio cuando una expresión abierta de dolor es indeseada.

El rencor hacia una persona o grupo que consideramos que nos impidió lograr ciertas cosas.

Sentirnos ofendidos pero guardar silencio cuando creemos que una persona ha ignorado o negado nuestros derechos.
En ocasiones da lugar a depresión.

Tenemos resentimiento cuando experimentamos dolor, en el presente, por una experiencia pasada.

Literalmente, el resentimiento nos impide vivir el presente de tal manera que no estamos siendo conscientes de lo que nos está sucediendo aquí y ahora.

El resentimiento nos impide disfrutar de las situaciones o actividades que estemos realizando; una película, una comida, un paseo, la compañía de alguien no tienen, sobre nosotros, los efectos normales sino que los vivimos como en segundo plano.

La falta de atención, nos hace difícil recordar lo que hemos hecho o lo que nos han dicho; tenemos una percepción irreal del tiempo y no sabemos lo que hemos hecho realmente.

Al hacer presente, la situación dolorosa vivida, es como una especie de autocastigo, dado que estamos reviviéndola, una y otra vez. A través del resentimiento vivimos una situación irreal, ya que la realidad es otra bien diferente.
 Emocionalmente, el resentimiento, nos lleva a un inmovilismo emocional. Las emociones no distinguen fantasías de realidades, de tal manera que recordar una y otra vez, es tanto postergar la cicatrización de la herida y hacerla cada vez más profunda. Al dejarnos arrastrar por las emociones, y no digerir la frustración, nos impide ver las salidas para nuestra situación.

Cuando experimentamos hechos frustrantes, dolorosos, angustiantes, es importante que poco a poco, y con el tiempo, vayamos asumiendo lo que nos ha ocurrido; que no podemos volver al pasado y cambiarlo.

Superar nuestro resentimiento, también pasa por descartar pensamientos estériles como reproches al pasado, ya que no nos conduce a nada bueno. Decidir salir del estancamiento emocional, nos permite vivir nuevas experiencias que ayudarán a cicatrizar las heridas.

jueves, 4 de noviembre de 2010

El Silencio

Practicar el silencio significa comprometernos a destinar cierta cantidad de tiempo sencillamente a ser. Tener la experiencia del silencio significa renunciar periódicamente a la actividad de hablar. También significa renunciar día a día a actividades tales como ver televisión, escuchar radio, o leer.
Si nunca nos damos la oportunidad de experimentar el silencio, esto crea un desorden en nuestro diálogo interno. Destinemos un corto tiempo, de vez en cuando, a experimentar el silencio. O, sencillamente, comprometámonos a hacer silencio durante un determinado tiempo, todos los días. Podrán ser dos horas, si nos parece mucho, hagámoslo durante una hora.

Cada tanto dediquemos un período largo a experimentar el silencio, por ejemplo todo el día, o dos días, o hasta una semana. ¿Qué sucede cuando entramos en esta experiencia del silencio? En un principio, nuestro diálogo interno se vuelve todavía más revoltoso. Sentimos la necesidad apremiante de decir cosas.

Hay personas que llegan a la desesperación total, el primer o el segundo día que se consagran a guardar silencio durante un período prolongado. Súbitamente los invade una sensación de urgencia y de ansiedad. Pero a medida que perseveran en la experiencia, su diálogo interno comienza a callar.

Y al poco tiempo, el silencio se vuelve profundo. Esto se debe a que después de cierto tiempo, la mente se da por vencida; se da cuenta de que no tiene sentido insistir e insistir si el yo, el que decide, no desea hablar, y punto. Luego, cuando calla el diálogo interior, empezamos a experimentar la quietud del campo de la potencialidad pura.

“Habla sólo si lo que vas a decir es mejor que el silencio.” Recordemos que el silencio es la herramienta más poderosa para la correcta utilización de la palabra. “Estoy obsesionado con la cantidad de veces que le robamos tiempo a la gente para no decir nada nuevo”, nos dice un especialista en comunicación. En opinión de este experto, Dice; trabajar el silencio es clave para encontrar las respuestas dentro de uno mismo.

El silencio interior está de moda en la práctica del coaching y en la psicología. Básicamente, se trata de escuchar a los demás, pero también de acallar el cerebro y conectar con las emociones. El premio vale la pena: vivir como sentimos y no como pensamos.

“El pensamiento muchas veces nos impide renovarnos por dentro. Las decisiones importantes no hay que analizarlas, sino sentirlas. Porque hay algo que no admite discusión: sólo si te sientes bien contigo mismo te puedes sentir bien con los demás”.

"La verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos transcurre amenamente"

Erasmo de Rótterdam.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La aceptación y el perdón

El odio es el sentimiento de desear el mal a una persona. Los grandes problemas que causan nuestras crisis generalmente van acompañados de este sentimiento. Desafortunadamente en esta etapa de la crisis es cuando más daño causamos y esto genera naturalmente una respuesta negativa por parte de las personas a quienes atacamos.
El mal que podríamos hacer no se refiere sólo a daño físico, también existe el daño psicológico que es más sutil pero igualmente dañino.

Para romper con este círculo vicioso de odio es necesario hacer el duelo que nos lleva a la aceptación. Se llama trabajo de duelo porque las etapas por las que se atraviesa son similares a las de la perdida de un ser querido con el mismo resultado, la aceptación de que nuestro ser querido ha muerto.

Las etapas son las siguientes:
La negación: Es el choque, el abatimiento, el pánico total, el rechazo a aceptar, de admitir la realidad. Hacer todo lo posible por regresar las cosas a su estado anterior, como si nada hubiera pasado. Los psicólogos dicen que la negación es un sistema de defensa para reducir la ansiedad cuando nos sentimos amenazados.

El odio: Cuando ha dejado de negar la realidad, pasa a la etapa de la cólera. La persona se reprocha a si misma o a los demás la perdida que acabamos de sufrir. Es por eso que debemos ser prudentes con los problemas que enfrentamos. La rabia que sentimos puede llevarnos a hacer un daño más grande del que ya está hecho, de tal forma que empeoramos la situación en lugar de salir adelante.

La negociación. Una vez calmado, se intenta a toda costa evitar la perdida. Negocia, se rebaja, se humilla con tal de no afrontar la realidad. A veces este regateo es positivo. En su mayoría es inútil, pero es una etapa a superar.

La depresión: Cuando al fin ve que la negociación no deja nada, que lucha sólo por evitar ver la dura realidad y decide dejar de esconderse, cae en la tristeza, para luego pasar a una profunda depresión.

La aceptación: La persona se pone en paz con la realidad. Mira con respeto esta etapa, no debe considerarse como alegre; al contrario los sentimientos se han extinto. Como si el dolor hubiera desaparecido, como si la lucha hubiera terminado. Es finalmente libre. Libre de quedarse, de irse, de seguir adelante, de tomar las dediciones que se imponen. Acepta la perdida, pequeña o grande. Se adapta a las circunstancias que le toco vivir.

Este proceso se llama proceso de duelo o de cura, si no pasa por estas etapas no será posible aprender de la experiencia vivida.

Podría quedarse atrapado en una de las primeras etapas lo que generaría una amargura espiritual que nos limita como personas para tomar lo bueno de la vida.

Entender no es lo mismo que aceptar. Las etapas son ciclos y no líneas. Quizás haya que recorrer varias veces estas etapas antes de llegar al final.

Lo importante es, encontrar un punto de equilibrio personal. La búsqueda puede centrase en la reducción de la angustia que causan los traumas del pasado. Un estado de tranquilidad puede permitirnos una vida menos caótica.